miércoles, 3 de marzo de 2010

Paseando por las tardes:

Paseaba por las misma calles una y otra vez preguntándose el porqué de su continuo ir y venir por las calles de la ciudad sin rumbo fijo, sin dirección ni sin sentido.
Miraba como las colillas iban una tras otra al suelo consumidas pero a la vez solamente rozadas levemente por sus labios al liar el cigarro del que provenían. No fumaba por adicción, solamente por entretener a su organismo y no caer en la completa agonía que sentía.

Caminar, un paso tras otro seria algo grato si ese caminar llevara a algún lado, pero lamentablemente, como otra tarde de invierno mas, sus pasos solo le llevaban al mismo destino.
Al punto donde todo acabó o bien digamos donde empezó todo otra vez, donde volvieron a sonar aquellos acordes en forma de palabras que tan a menudo habían transformado su vida. Y donde otra vez su vida cambió cogiendo rumbos que nunca él habría deseado volver a tomar pero que como otras veces, le obligaban a tomar.
Volvía como ya había vuelto otras veces para escuchar el sonido de las gaviotas que acompañaban el arrastrar de sus pasos. Volvía para ver la muda burla de los árboles en sus nudosas pieles. Volvía por masoquismo, para bañarse en la melancolía y para ver como las olas del mar bañaban una y otra vez las rocas del malecón.
Y sus pasos le llevaron como sin quererlo rumbo a aquel punto donde se bifurcaba el paseo y dejaba entrever la esquina del malecón adentrándose en el mar. Al lugar donde otras veces había lavado sus penas con espuma de mar, lluvia y cigarros.

El paseo no obstante no estaba vació aquella tarde. Asombrado levanto la cabeza al darse cuenta que no estaba solo en aquel lugar en el que siempre acaban sus paseos.
Con no más de metro setenta, pelo negro en cascada bañando sus hombros se volvió y con una sonrisa le tendió la mano.
No esperaba ver aquella cara que en tantos bares y fiestas había visto entre la gente. Aquella cara que de vez en cuando le sonreía al verlo y que pertenecía a aquella persona a la que una vez amó y a la que sigue queriendo con toda su alma por su ayuda.

Ella se movió hacia el con paso rápido y seguro y cogiéndole la mano le dijo:
-Ven, ya llegaran tiempos mejores. Ahora solo deja que el sonido de las olas bañe tu cuerpo y tus sentidos. No pienses, solo escucha.

El se volvió agradecido y la fundió consigo mismo en un abrazo mientras una ola rebelde de invierno los bañaba en espuma de mar.
-Gracias-le dijo al oído-Gracias por se tú y por estar ahí.

Ella se marchó al rato y él se quedó con la mirada perdida en el mar, intentando localizar el limite entre el gris del cielo y el del mar, mientras veía alejarse a un petrolero del puerto.
Una gaviota curiosa se poso cerca suyo y al darse cuenta que no le ofrecería nada de comer se quedo posada tranquilamente como guardiana del lugar elegida por Neptuno.

Lentamente sacó el último cigarro previamente manufacturado en un bar por sus propias manos y se lo llevó a la boca. El humo del cigarro camufló a la gaviota tras una niebla fantasmagórica mientras él disfrutaba de la sensación de estar vivo.
Poco a poco, fue capaz de esbozar una sonrisa, que aunque irónica, era al menos una sonrisa.

3 comentarios:

  1. yo se por que paseaba antes de encontrarla

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  2. Caminar sin rumbo es muchas veces la mejor manera de llegar a un destino sin proponérselo. La cuestión es no dejar de caminar...

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  3. yo me quedo con el cigarro del final!

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